viernes, 31 de agosto de 2007

El Evangelio es sagrado y único

El cielo y la tierra pasarán, pero
Mis palabras no pasaran.
(Mt 24, 35)

* * *

Y será así por siempre jamás. Las palabras de Cristo nunca pasaran, son palabras eternas y dan vida eterna. Son para siempre y para todas las generaciones. Y por mucho que cambien los tiempos, las modas, las costumbres, las palabras de Cristo no cambiaran, ni pasaran NUNCA.

Gran lección que os debéis aplicar, porque el Evangelio no se vulnera con nada y, nada ni nadie lo pueden cambiar. No se puede interpretar de otra forma de cómo ya está interpretado, no se puede modificar, por eso, es algo que tenéis desde siempre y que os sirve para siempre.

Lo que trajo Cristo lo trajo de una vez por todas y, por el Evangelio seréis juzgados, bien premiados, bien castigados. No valdrá decir: es que en mis tiempos no se llevaba la castidad, o no se llevaba casarse. La palabra de Dios es sagrada e inalterable y hay que cumplirla, tal cual.

Yo Soy el Espiritu Santo, Espiritu del Padre y del Hijo, que os recuerdo sensiblemente que el Evangelio es sagrado y único. Que no valen normas de otras religiones, que no importa que las masas hayan hecho un Evangelio a su gusto, El que tenéis que cumplir es el de Cristo y nada más, sin alteración, sin modificaciones, sin otras interpretaciones (de seudos-teólogos) que ya han dado los doctores de la Santa Madre Iglesia.

No hay autoridad que pueda esto cambiar, porque si la hubiera, esa autoridad no seria legal, ni escogida por Mi, Espíritu de Verdad. Yo no puedo inspirar a una autoridad una cosa y a otra autoridad otra, tiene que haber concordia entre Mis inspiraciones y sobre todo, concordia con el Evangelio de Cristo.

No puede venir nadie cambiando absolutamente NADA, porque si viniera, entonces esa autoridad no seria del Cielo. ¡Recordad esto! ¡Que nadie os traiga otro Evangelio del de Cristo! y, si os lo trajeran, solo vale el de Cristo, tal cual está, sin cambiar absolutamente nada.

La Palabra de Cristo no es vulnerable, no está sometida ni a cambios de modas, ni edades, ni mentalidades, es única para todo el mundo y solo admite la interpretación que tiene, no vale otra.

Dictado del 31-8-07

Quien ama de verdad se sacrifica por la persona amada y su sacrificio no supone tanto, porque el amor que siente se lo suaviza.

Yo amé a Mis criaturas infinitamente. Todos Mis Sentidos, todos Mis Miembros, todo Mi Cuerpo, fue una inmensa llaga. Pero también mi alma se convirtió en una “llaga mística” por el sufrimiento que me producía ver con los ojos de Mi Divinidad, tanta mentira, tanta traición, tanta hipocresía, tanto mal, para sacar bienes en provecho propio y mezquinos.

Todo tan lejos de Mi Evangelio, todo tan opuesto a Mi doctrina. Tanta deslealtad me torturaba inmensamente el alma, y lo que padecí en Mi Cuerpo, no era nada con lo que padecí en Mi Espiritu.

Mi Getsemaní fue perpetuo. Una mirada al correr de los siglos y ver tanto mal y tanto bien desperdiciado, malogrado, Me llenaba de tortura. Mi Madre lo sabía, sabía que mis sufrimientos eran interiores, mucho más dolorosos que los que tendrían exteriores. La tortura, la sed, la fiebre, la flagelación, la cruxifición, no eran nada comparadas con las penas interiores morales que Yo sentía.

Pero vosotros creación Mía, teníais que ver sensiblemente la inmensidad y grandeza de Mi Amor, y así con todas las torturas que padecí en Mi Sagrado Cuerpo, os daba una gran lección de amor, como nadie jamás os la dio, ni os la dará. Yo el Cristo, el Mesías anunciado por tantos años a los Patriarcas, Yo vine a la tierra a padecer desde el primer instante y volvería a hacerlo, si posible fuera, porque por la salvación de las almas, todo merece la pena.

Pero busco a almas que hagan lo que Yo ya no puedo volver a hacer. Busco “cristos terrenales” almas victimas, almas que se inmolen por el bien de otras almas, así, Yo vuelvo a inmolarme en esas almas, que unidas a Mi, se ofrecen junto Conmigo por los pecadores y los sacerdotes.

Esas almas Me dan mucha gloria, incluso aun antes de ser aceptadas, porque su deseo de padecer por el bien de Mi Cuerpo Místico y su celo apostólico, hacen que ya Me glorifiquen, y Me resarzan de tanta traición e hipocresía de almas que tendrían que serme fieles, y ser ejemplos del bien.

Aquellas almas que se Me ofrecen Yo las acepto y las llevo de Mi Mano Divina, a altas cotas, para que ese ofrecimiento sea mas eficaz y fructífero. Son mis “cristos terrenales”, mis otros Yo, que escondidos en una vida cotidiana y sencilla, son reflejos Míos y están bajo la mirada complaciente, de Mi Padre Celestial.

Soy Jesús de Nazaret quien os habla, ¡Oídme, almas queridas!